El ciclo de vida de las mariposas implica una metamorfosis completa (o sea, las etapas iniciales no se parecen en nada a las finales) y comprende cuatro etapas distintas, que son:
• Huevos. Los huevos de las mariposas, como los de otros insectos, son de pequeño tamaño y generalmente son depositados en racimo por la hembra, en una ubicación que varía según la especie. Algunas en plantas, rocas, en el suelo o incluso hay unas pocas especies que deben depositarlos en el agua, pues sus larvas son de vida acuática. Estos huevos eventualmente eclosionan, dejando salir una única oruga de cada uno.
• Larvas. Llamadas orugas, su función primordial es alimentarse y reunir los suficientes nutrientes para emprender el complejo proceso de metamorfosis que conduce a la adultez. Sus hábitos, morfologías y conductas pueden, sin embargo, variar enormemente con la especie. Algunas orugas son venenosas, otras poseen colores que imitan a los de las venenosas, algunas son voraces devoradoras de plantas y otras pocas prefieren diferentes alimentos.
• Crisálidas. Eventualmente, las larvas alcanzan el nivel necesario para emprender una etapa de profundos cambios, y para ello eligen una ubicación adecuada, tejen un capullo con materiales segregados por ellas mismas, y se encierran adentro durante la cantidad de tiempo necesaria para transformarse en mariposas adultas. A esta etapa se le conoce también como “pupa”.
• Imagos. Cuando la metamorfosis está terminada, el insecto adulto emerge de la crisálida rompiendo su corteza y esperando a que sus alas aún húmedas se expandan y sequen lo suficiente para emprender el vuelo. En esta fase de adultez, la mariposa cambiará radicalmente sus hábitos y modos de alimentación, y se dedicará a reproducirse para perpetuar el ciclo.